Fotógrafa, robo almas. Sobre todo desde el foso.

viernes, 8 de mayo de 2009

Imelda May



Imelda May

La experiencia más íntima y plena de la música sólo se logra en un cierto entorno muy familiar, puede que con auriculares, en la soledad más absoluta, para que nadie ni nada pueda interferir con su presencia ese momento. Suele ser más fácil de lograr en la adolescencia, por la excitación nerviosa constante y la receptividad desnuda de defensas a todos los estímulos. Sin embargo, es algo que todo melómano busca desesperadamente a lo largo de su existencia, y que, cuando se recupera, deja una huella imborrable. Esa experiencia casi mística es difícil de lograr en la soledad del hogar, ¡cuánto más en una sala abarrotada de gente que no hace sino charlotear y propinarte empellones, en una especie de confabulación perversa para impedir tu disfrute! Pues bien, hubo un momento mágico en el que absolutamente todo el mundo calló y solamente se escuchaba a Imelda entonar esa maravilla que es «Falling In Love With You». Un momento en el que, y me atrevo a hablar por la gran mayoría de los entonces presentes, la comunión con la música fue perfecta y absoluta.
Con dos discos a sus espaldas, Imelda May es ya una de las grandes voces la música en general y del Rockabilly en particular. Flanqueada por un grupo que incluye a dos monstruos de la interpretación como son el guitarrista Darrell Higham y el trompetista Dave Priseman, y que sabe arroparla con maestría sin quitarle ni un ápice de protagonismo, ofreció el pasado día 27 de abril un recital asombroso en el que supo mezclar clase, tablas y una habilidad de otros tiempos para combinar un set-list magistral en el que logró, literalmente, mantener a la audiencia en un constante clímax. Una sabia mezcla de temas propios, dignos de convertirse en standard, como “Johnny got a boom boom” o la brutal “Whatcha gonna do”, y versiones clásicas, “Walkin’ after midnight”, “Oh Darling” o “Tainted Love”, una instrumentación perfecta y una sonorización asombrosamente impecable, felicidades a la Sala Moby Dick, lograron que ese momento de mística perfección no fuera sino el punto álgido de una velada sobresaliente. Aún estamos en mayo, y ya auguro que éste será el mejor concierto del año.
Aunque un vídeo no hace justicia, aquí os dejo este regalito:


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