Con todo lo que llevo contado en este blog, parecería que la vida del fotógrafo de conciertos es un jardín de rosas, un paraíso de sexo, drogas y estrellas del Rock del que formamos parte privilegiada como espectadores intangibles y necesarios. En parte es cierto: los millones de euros acumulados en nuestras siempre rebosantes cuentas corrientes darían fe de que estamos en esto por el dinero, si no fuera porque es evidente que el especialísimo trato que recibimos por parte de los empresarios del ramo nos compensa de las, por otro lado insignificantes, molestias de la vida en el foso.
Pero, ay de nosotros, pobres infelices, una plaga ha venido a perturbar nuestra hasta ahora idílica existencia: el fotógrafo VIP. Sí, amigos, nuestro gran Némesis no es el molesto blogger que, desconocedor de los códigos del foso, se afana por lograr algo publicable con su compacta y sus nulos conocimientos de fotografía (por otro lado, muchos fuimos él, así que recomendaría a mis compañeros la misma paciencia que con un conductor que lleve la "L". Se le pita, pero más por asustarlo que por echarlo de la carretera). Tampoco lo es el promotor desalmado que prefiere arriesgar nuestra integridad, y de paso la del público asistente, negándose a pagar el suplemento que ciertas salas exigen por las vallas de seguridad que conforman el foso y la oportuna separación del escenario. Ni tan siquiera el artista descastado que permite que en los tres temas escasos en los que se nos permite graciosamente ejercer nuestra profesión (por la cual hemos de dar gracias todos los días, que eso de trabajar en algo que nos gusta es de muy mal gusto) la iluminación sea la equivalente a un par de velitas de tanatorio, para proceder a contaminar lumínicamente toda la provincia en cuanto somos expulsados del recinto... No, nuestro final ha llegado de la mano de la moda
De su labor como fotógrafos, no vamos a hablar. El fotógrafo VIP, al igual que no necesita currarse las acreditaciones, mantener una reputación de seriedad, trabajar duro y aprender día a día, no necesita saber de fotografía: le basta con haber salido en televisión, haber protagonizado alguna portada o poseer una tienda de ropa para hipsters para dominar como nadie cualquier profesión. Incluyendo la nuestra que, como queda demostrado, no es para patanes como nosotros.